De pronto un día empezaste a empeorar y no pudiste seguir con tu normalidad. El final se iba acercando y el camino era cada vez mas duro. Mi inmadurez me impidió pensar con claridad y no quise creer que al final nos dejarías. Sabia que nos querías con locura y era eso lo que te mantenía con vida. Pero un día, de repente, nuestro amor no bastó. Los medicamentos tampoco. Una noche, mientras la ciudad dormía, nos abandonaste. Amaneció una mañana gris, con una llamada telefónica. La llamada. No lloré. No pude.
Han pasado cinco años de aquello y aun lloro al recordarte. Fuiste muy importante en mi vida, y a pesar de que ya no estés en este mundo de locos, donde los malos viven y los buenos mueren, siempre estarás vivo en ese cajoncito de mi corazón. Porque te lo ganaste, te lo ganaste a pulso con tu simpatía, con tu amor y con tus ganas de vivir la vida.
No pude despedirme, no nos dejaste. Tu “repentina” marcha nos dejó a todos con la palabra en la boca. Pero ahora, después de tantos años y un poco mas de madurez, me gustaría hacerlo. Te quiero, siempre te querré. Jamás olvidaré los buenos momentos que me hiciste pasar, tus sonrisas, tus abrazos... Esas pequeñas cosas que son las que finalmente perduran y son las que yo quiero guardar. Jamás te olvidaré. Estés donde estés confío en que estés bien y, no te preocupes por nosotros, todos llevamos un pedacito de ti en nuestro interior y eso es lo que nos hace seguir adelante.
Finalmente, como dice la canción que tantas veces te he dedicado:
I know eventually we’ll be together. One sweet day.
Gracias por haber entrado en mi vida.
I miss you, miss you so much..28/04/00
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